



"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante" Oscar Wilde no podría imaginar su frase extrapolada a lo que ocurre el 15 de Agosto en Cantillana. Creo que estaría orgulloso, sin duda. Los días suelen hacerse más largos de la cuenta en este estío de ilusiones que remueven lo más profundo, aflorando sensaciones y sentimientos que llevaban tiempo guardados en el fondo de nuestro corazones. Soy de los que piensan, que Nuestra Señora de la Asunción, convierte a quién la visita, a quien decida dejarse llevar en volandas por un mar desconocido, que son las calles de su pueblo.
Así convirtiendo y evangelizando, con las manos tendidas al empíreo, como queriendo abrazar la figura de un Dios asomado al firmamento que la espera entre estrellas, nubes blancas y querubes aterciopelados que flotan en la inmensidad de su gracia. Es siempre a las nueve, cuando el reloj de arena de nuestros pulsos, decide detenerse. Y las palmas y los vivas, y la emoción encendida y todo aquello que el alma decide dejar salir, se encuentran con las luces de su paso y la primera de las “levantás”. ¡Qué bonita es la vida cuando somos felices! Y aunque suena a tópico de anuncio televisivo, la vida encuentra su verdadero significado cuando irrepetiblemente podríamos vivir lo que está pasando. ¡Madre, qué te quiero!¡Y guapa! ¡Y Reina! Y esas lágrimas de amor verdadero. ¡Cantillana, qué grande eres y qué privilegio el ser asuncionista! Y más y más…y más.
Aquella marea incesante de fieles y devotos, se mueve, al son de la Señora. Con el nervio propio de los latidos del corazón, de lado a lado, siempre mirándola a ella. Y aunque uno crea que los ojos se pueden gastar de tanto mirarla y rezarla, solo hace que las pupilas crean sin ver y la devoción y el amor por la Asunción…crezca y crezca. Estoy totalmente convencido que me atravesó el corazón, que me convirtió en uno de los suyos. Siguiendo el ejemplo que nos dejara D. José Arias, con la melodía de “Coronada de estrellas”, supe que había crecido junto a ella. Tras la “Cuesta del Caco” vino la calle Castelar y esos fuegos de artificio de la familia Fernández Prieto. ¡Lo mejor para la Virgen! El epicentro de la fe asuncionista, en la Calle Martín Rey donde en la casa de Asunción Farfán –familia de antiquísima pertenencia a la hermandad- cantamos de nuevo el himno, siguiendo a la casa de “Manili”, se desborda el júbilo en forma de pétalos de colores y sentidos vivas de verdadera devoción. Son las cosas del 15 de Agosto, que nada ni nadie las puede igualar. Por eso Martín Rey es la “Asuncionistísima”. Sin dudarlo, es cierto. Y llega la sonrisa, por la que soñamos y vivimos, por ese arco que nos hace delirar y comprometernos. Ella sonríe y nosotros también. Y la sonrisa estrecha lo que sentimos y lo hace uno. Y solos quedamos con ella, porque te hace sentir único. Porque no querrías estar en otro sitio y eso, es impagable. Y San Bartolomé, ante el monumento en honor a la proclamación del Dogma de la Asunción y más cohetes y más petalos. Y la cuesta del “Reloj” y esos costaleros que con un esfuerzo titánico, la suben con mimo, al igual que todas las calles anteriores. Cantillana lo sabe, lo reconoce con una profunda ovación. Son los pies de Nuestra Señora. Esos hombres de casta y corajes que Manuel Santiago erigiera y que ahora su hijo Antonio perpetúa. Y vuelta a casa y duele volver, porque queda un año. Y aunque queda la subida, algo empieza a faltar. Pero nos sigue repitiendo, que aunque de madrugada, de día o de noche, cansados o despiertos, está y estará. Vive grabada a fuego en tu corazón. Gracias Cantillana, por hacer que María nos atraviese sin quebranzas y dudas, por encendir el candil con las llamas de sus ojos celestiales. Gracias por la fe, por la hospitalidad, por todo aquello que dais sin saberlo. Sois hombres y mujeres grandes. Sois algo irrepetible.
Hízola Dios la primera
en ascender hasta el cielo.
Toda Cantillana en vuelo
por esa luz verdadera,
para que el mundo la viera
como bandera y razón.
¡Llévate mi corazón
pues eres la predilecta!
¡Del creador, la perfecta
por tu gloriosa Asunción!
Álvaro Carmona López